Un hombre tenía un toro y una burra, El toro era obligado, diariamente, a moler cañas en el trapiche para su amo; la burra, en cambio, vivía ociosa en el pasto.
Una tarde, cuando toro estaba echado, muy rendido de tanto trabajar, bajo la sombra de un cocotero, se acercó la burra y le dijo: “Oye, buen amigo, tú por muy zonzo sufres mucho, teniendo buenas armas para defenderte. Verás : mañana hazte lo más malo que puedas y no te llevarán al timón. Sigue mis consejos y serás feliz”.
El amo, que oyó la conversación, sonrió y movió la cabeza.
Cuando los obreros fueron por el toro para conducirlo al trapiche, éste se puso bravo: raspaba la tierra con cólera, no se dejó prender.
Entonces el amo ordenó: “¡traigan a la burra!” Uncieron a ésta al timón del trapiche y a palo limpio la hicieron trabajar.
Al término del día la burra estaba molida, deshecha, y el toro seguía bravo.
Después de tres días de trabajo, la burra, cansada y aburrida de esa vida, se acercó al toro y le dijo:
“Amigo mío, si no te dejas prender mañana diz que te van a meter bala, así he oído decir a nuestro amo”.
“Lo que te suplico, amigo mío - prosiguió la burra -, es que mañana te hagas el bueno y te dejes agarrar”.
El toro asintió con la cabeza y al siguiente día se dejó llevar, mansito, al timón del trapiche.
Al anochecer se acercó la burra y le dijo: “¿Cómo te ha ido con mis consejos?”
- Ah - contestó el toro -, muy bien y ¿a ti?
- ¡Uf!, tú sabes cómo es mi vida - le dijo la burra -; yo vivo tranquila y feliz. Ella no le refirió lo que le había sucedido.
Autor: Anonimo.